"Yo quiero ser conocida como soy y no hacer una comedia teatral, aunque todos nos inventamos un poco".

sábado, 31 de julio de 2010

Silvina y Victoria: dos hermanas que se admiran mutuamente

     Trece años había de diferencia entre ellas: Victoria era la mayor y Silvina la menor de “las chicas Ocampo”. La diferencia de edades no impidió que tuvieran las mismas institutrices, que compartieran la vida (a veces placentera y otras no tanto) en las casonas familiares de Buenos Aires, San Isidro o Mar del Plata, y el amor por la naturaleza, y que tuvieran la misma vocación: la literatura.
     Desde la infancia Victoria y Silvina sintieron atracción por las letras. Victoria empezó, alrededor de los diez años, escribiendo diálogos en francés, a la manera de la Condesa de Ségur; Silvina escribía desde más chica, en inglés, y le gustaba llenar páginas y cuadernos con historias de principitos encerrados, asesinatos y fantasías. Ya desde entonces irían por carriles opuestos, en materia de literatura.
     A mediados de la década de 1930, Silvina se fue a vivir con Bioy al campo (a la estancia Rincón Viejo, en Pardo, Partido de Las Flores). Allí, influenciada por Bioy, empezó a escribir cuentos. El resultado fue un volumen encantador, titulado Viaje olvidado, que Silvina le dedicó a su hermana Angélica.
     El libro de Silvina apareció en 1937, editado por SUR. Victoria lo comentó en las páginas de la revista, y fue ese texto el primero que se escribió sobre la obra de Silvina Ocampo. Entre otras cosas, Victoria dijo: “Si Silvina Ocampo tuviera necesidad de disculpas, yo vendría a acusarme públicamente de haber puesto en contacto su cabeza con la tinta de mis manos en ese momento [el bautismo; Victoria era la madrina de Silvina]. Pero estimo que no es ése el caso y que en modo alguno se trata de una enfermedad contagiada.”
    Victoria no pudo separar su labor como crítica de su condición de hermana, y escribió un texto que molestó a Silvina. Victoria decía que los cuentos de su hermana eran recuerdos de su infancia tergiversados, “mezclados de abundantes invenciones”, porque “los cuentos de Silvina Ocampo son recuerdos enmascarados de sueños; sueños de la especie que soñamos con los ojos abiertos. […] Y todo eso está escrito en un lenguaje hablado, lleno de hallazgos que encantan y de desaciertos que molestan, lleno de imágenes felices -que parecen entonces naturales- y lleno de imágenes no logradas -que parecen atacadas de tortícolis-.” Como era previsible, a Silvina le dolieron las palabras de Victoria; sobre todo aquello de imágenes atacadas de tortícolis, porque para ella era difícil construir las frases en español porque lo encontraba lleno de “imperfecciones”.

     Silvina, Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges conformaban una especie de grupo cerrado al que sólo tenían acceso personas relacionadas directamente con la literatura. Sin dudas, eso habrá puesto incómoda a Victoria, que lideraba el suyo y era mucho más abierto (a tal punto que en San Isidro se invitaba para los tés dominicales tanto a escritores como a personajes del medio artístico y a algún político amigo con inclinaciones intelectuales). Lo cierto es que el grupo de los Bioy se manifestaba “anti-Victoria”, y esto dio origen a que se tejieran múltiples versiones sobre una relación bastante tensa, por momentos áspera y hasta desastrosa, entre las hermanas.
     Hugo Beccacece escribió que “la poca simpatía que Silvina tenía por su hermana Victoria […] se debía no sólo a que ésta fuera “mandona”, como Silvina y Bioy la calificaban, sino al hecho de que en la niñez, le había arrebatado a su niñera, Fani, la persona que Silvina más quería después de sus padres. Cuando Victoria se casó, se llevó con ella a Fani y Silvina jamás se lo perdonó”. Fani había entrado a la casa de los Ocampo en vísperas del viaje a Europa que hicieron en 1908; iba a ser la niñera de Silvina, y lo fue durante cuatro años. Pero cuando Victoria se casó, sus padres decidieron darle a Fani entre los “regalos de bodas” y Silvina, que la adoraba, sintió esa partida como un desgarramiento.
     Nunca sabremos si Silvina le perdonó a Victoria haberse llevado a Fani. Lo que sí es indudable es que estuvieron siempre ligadas una a la otra. Victoria fue inseparable compañera de Angélica durante toda su vida, pero tenía una relación especial con Silvina.
     Me contó Jovita Iglesias, asistente de Silvina, que Victoria llamaba todos los días a la casa de los Bioy, para hablar con su hermana (Victoria prácticamente no hacía visitas; Silvina no salía de su casa). Y cuando se iba a Mar del Plata seguía con esa costumbre hasta que llegaban los Bioy, que salían más tarde de Buenos Aires y llegaban al balneario a mediados de enero, pues pasaban unas semanas en el Rincón Viejo.

     En Mar del Plata, las casas que fueron de Victoria y Silvina están enfrentadas. Según el relato de Jovita, cuando Silvina le decía a Victoria que ese día salían para Mar del Plata, ésta “hacía guardia desde la ventana de su dormitorio, hasta que veía entrar el coche de Adolfito en Villa Silvina. Cuando abríamos la puerta de la casa, empezaba a sonar el teléfono y Silvina ya sabía que era Victoria quien llamaba. Atendía. Victoria le preguntaba cómo habían viajado y le pedía que fuera a verla. Y Silvina le contestaba: “Victoria… Acabo de llegar y ya me estás pidiendo que vaya. Dejame que acomode las cosas y después voy”. Pero se ve que Victoria insistía, porque Silvina terminaba enojándose y le decía “Basta, Victoria. No te pongas pesada. Si seguís así, no voy”. Después terminaba yendo, y me pedía que la acompañara”.
     Silvina y Jovita cruzaban por el jardín y llegaban a Villa Victoria para la hora del te. La dueña de casa las esperaba, ansiosa. Y cuando pasaban al comedor, ella se sentaba a la cabecera de la mesa y le pedía a Jovita que se quedara a su lado, así hablaban. Silvina, entonces, se quedaba con Angélica y las otras personas que estuvieran allí.
     Victoria conversaba animadamente con Jovita. Le preguntaba cosas de España, le pedía que le hablara en gallego, y solía consultarla respecto a cómo se decían en su país determinadas cosas. Jovita contestaba, y Victoria, después de escuchar su respuesta, le decía a Silvina: “¿Ves, Silvinita? Acá todo el mundo habla mal. Jovita dice que en España tal cosa se dice así” y se lo hacía repetir.
     Eso ocurría, invariablemente, todas las tardes del verano. Por la mañana, tanto los Bioy como Victoria iban a la playa; alquilaban carpas contiguas, en la zona de Barranca de los Lobos. Pero Victoria iba a la mañana temprano, después de desayunar, y los Bioy llegaban cuando Victoria estaba preparándose para volver a su casa. (Según el recuerdo de Monseñor Eugenio Guasta, “Victoria iba temprano al mar, antes de las diez, y llevaba en un bolso abrigo por si refrescaba. Cuando estaba a punto de salir de la casa, en el portón de madera, cortaba una hoja chica de la hortensia que está ahí y se cubría con ella la nariz, para evitar que la quemara el sol. Victoria tenía el último toldo del balneario, y los Bioy estaban ahí también; pero ellos llegaban cuando Victoria estaba preparándose para volver a su casa, y Silvina le preguntaba, con sorna, si ya se iba, entonces Victoria no contestaba y seguía con lo que estaba haciendo.”)
     De vuelta en la casa, como Villa Silvina y Villa Victoria estaban comunicadas por una puertita en el jardín, Silvina cruzaba por ahí y entraba a lo de Victoria por atrás, por la cocina. "A veces se estaba preparado en el office lo que se iba a llevar al comedor para el almuerzo. Si, por ejemplo, estaba la frutera y a Silvina le gustaba una manzana, un durazno o lo que fuese, lo agarraba, le daba un mordisco y lo volvía a poner en su lugar, de forma tal que no se viera el faltante. Después podía coincidir que esa fruta la tomara Victoria para comerla y cuando veía que estaba mordida la tiraba lejos. Entonces Victoria se daba cuenta que había sido Silvina la que había hecho eso y mandaba que cerraran con candado la puertita que unía los dos jardines. Y cuando llegaba la hora del té, Angélica la llamaba a Silvina por teléfono y le decía: “¿Qué pasa, Silvina? ¿Por qué no venís a tomar el té?” y ella contestaba “No puedo. La puertita está cerrada”. Con este tipo de cosas parecía que Silvina y Victoria tuvieran cinco y seis años, más o menos”. También debo el conocimiento de esta anécdota a Monseñor Guasta, que fue testigo de esto en varias ocasiones.

     En Buenos Aires, la relación de las hermanas era exactamente igual, aunque no se visitaban tan seguido. Bioy consideraba a Victoria como una suegra un tanto mandona y ególatra, y decía que ir a lo de Victoria era una especie de obligación, por eso trataba de evitarlo la mayoría de las veces. He visto algunas de las cartas que Bioy le mandaba a Victoria, excusándose; le decía que no podía ir porque no se sentía bien, que estaba muy ocupado con tal o cual cosa que estaba escribiendo, pero que le mandaba sus saludos y agregaba “Martita, que te quiere mucho, te manda un beso grande”, como para “suavizar” las cosas.

Monseñor Eugenio Guasta recuerda que a Silvina le gustaba hacerle bromas a Victoria con el único objetivo de hacerla enojar. Me contó que, una tarde que Angélica, Silvina y él tomaban el té en casa de Angélica, en Buenos Aires, entró Victoria. Se acercó al sofá donde estaban ellos, se sirvió el té y lo bebió parada, porque tenía que ir a otro lugar. Entonces Silvina dijo, para que escuchara Victoria: “A Pepe [Bianco] y a mí nos gustó mucho la última novela de Silvina [Bullrich]. Victoria, por supuesto, no contestó. Terminado el té, salió tan rápido como había entrado, y cuando se oyó que cerraba la puerta, Silvina, entre risas, agregó “Mentira. No me gustó nada. Era para hacerla rabiar a Victoria”.

Pocos días después de la muerte de Victoria, Silvina le dedicó un hermoso poema titulado “El Ramo”, del que me permito citar los siguientes versos:

“Era tarde y la luz de las barrancas
hasta el río bajaba atentamente.
De aquel ramo te di sólo un jazmín.
[…] Te regalé el jazmín pero rodeada
estabas ese día de jazmines:
uno en tu broche, otro dentro de un guante,
montones en tu mesa de trabajo,
miles y miles rodeaban tu casa.
[…] No conocías las vicisitudes
del jazmín de ese ramo malogrado
que a su virtud agregó mi sentimiento.
Yo no te conté nada. Sabías todo.
Reinabas sobre el mundo más adverso
como si no te hubiera lastimado.
Nos une siempre la naturaleza:
el árbol una flor las tardes las barrancas
misterios que no rompen la armonía.
¿Lo habrá sabido aquel esquivo ramo
de color de mar de mármol y de rosa
color de sol de verde y de naranja?
Andará en busca de su integridad
en busca de esa tarde con nosotros,
pobres nosotros, sin nosotros mismos
en los actuales días, bajo el sol
bajo la luna, en la orilla del mar
con músicas que ya no puedo oír
sin dedicarte lágrimas Victoria
cada una con nombres diferentes
como las cuentas de un collar sin fin”

     Silvina Ocampo murió casi dos meses antes de que se cumplieran quince años del fallecimiento de Victoria. Según Ernesto Montequin, curador del archivo de Silvina, se encontraron entre sus papeles una gran cantidad de cartas que se escribieron Victoria y Silvina, y muchas que Silvina no le mandó. En algunas, la menor de las hermanas le pide consejos a la otra sobre cosas que ha escrito o que piensa escribir. En otras, escritas después de la muerte de Victoria, Silvina intenta rendirle un homenaje como los que su hermana tributaba a los amigos que iban abandonando este mundo.

     Quisiera terminar estas líneas sobre Victoria y Silvina con unas palabras que me dijo Monseñor Guasta: “Se comportaban, naturalmente, como hermana mayor y hermana menor. Pero, en realidad, se admiraban mutuamente”.

Silvina y Victoria Ocampo.

Silvina Ocampo, cruelmente apasionada

Primera parte: Quién fue Silvina Ocampo

     Silvina Inocencia María Ocampo y Aguirre nació en Buenos Aires, el 28 de Julio de 1903, en la casa paterna de Viamonte 550. Fue la sexta y última hija de Manuel Silvino Cecilio Ocampo y Ramona Máxima Aguirre.
     Siendo muy pequeña, apenas tenía cinco o seis años, comenzó su instrucción en francés, español, inglés e italiano, mezclado con clases de aritmética, ciencias naturales, religión, música, piano, dibujo e historia, todas dictadas en francés. Las encargadas de la educación de las seis hermanas Ocampo (Victoria, Angélica, Francisca, Rosa, Clara y Silvina) eran Mademoiselle Alexandrine Bonnemaison, Miss Kate Ellis, Miss Berta Krauss y dos profesoras de español e italiano, quienes les abrieron la puerta de un mundo cultural que muy pocos llegaron a conocer con tanta perfección.
     Durante su juventud, en París, intentó estudiar dibujo y pintura con Pablo Picasso y André Derain, pero no lo consiguió; entonces tomó clases con Giorgio de Chirico, Fernand Léger, Othon Friesz y André Lhote. De regreso en Buenos Aires, trabajó la pintura junto a Norah Borges y a María Rosa Oliver, y realizó varias exposiciones, tanto individuales como colectivas.
     Perteneció, desde el principio, al comité de colaboración de la Revista SUR, fundada por su hermana Victoria en 1931, y pocos meses después, en 1932, conoció a quien luego sería su esposo: Adolfo Vicente Perfecto Bioy Casares (1914-1999). Tras un largo concubinato vivido en “Rincón Viejo”, la estancia de los Bioy en Pardo, Partido de Las Flores, contrajo matrimonio con Adolfo, el 15 de enero de 1940.
     En 1937 publicó su primer libro, un conjunto de relatos que lleva por título Viaje olvidado. Después alternó entre la narrativa y la poesía, y llegó a escribir algunas novelas y dos obras de teatro en colaboración con dos de sus amigos.
     En el mismo año de su casamiento, colaboró con su esposo y con su gran amigo Jorge Luis Borges, en la selección y traducción de material para la Antología de la literatura fantástica, a la que le siguió, con los mismos colaboradores, Antología poética argentina, editada al año siguiente y de la cual se vendieron muy pocos ejemplares.
     Apenas seis años después de casados, Silvina y Adolfo escribieron y editaron su única obra en colaboración: Los que aman, odian, una novela policial de marcado éxito ambientada en una zona cercana a Quequén. En ella cuentan las peripecias del Doctor Humberto Huberman, un médico homeópata que decide pasar unas vacaciones en el Hotel Bosque de Mar sin sospechar que se internará en un laberinto de amor, muerte y venganzas.
     Durante los años ’60, Silvina empezó a redactar su autobiografía. Al principio, y en verso, dio forma a sus recuerdos hasta la primera comunión. Disconforme con el resultado, descartó el manuscrito y volvió a escribir, esta vez en prosa, otra versión de sus memorias. Finalmente, rescribió el texto en verso libre e intercaló fragmentos en prosa versificada. El resultado fue un libro originalísimo -editado en 2007-, cuya lectura nos permite reconocer, más allá de las tergiversaciones, la infancia y preadolescencia de Silvina Ocampo.
     Víctima de su enfermedad, el Mal de Alzheimer, que la afectaba desde 1988, Silvina Ocampo dejó de existir en Buenos Aires, el 14 de diciembre de 1993, a los 90 años. Por suerte no vio morir a su hija Marta, que falleció en un accidente el 4 de enero de 1994, ni a Bioy, que cerró los ojos el 8 de marzo de 1999.
     A lo largo de su vida, Silvina recibió numerosos premios y condecoraciones, entre los que cabe destacar el Premio Municipal de Poesía (1945), el Segundo Premio Nacional (1953), el Primer Premio Nacional (1962), el Gran Premio de Honor de la SADE (1985), la Orden de las Artes y las Letras en el grado de Comendador (1985), el Premio del Club de los XIII (1988), el Premio Estaban Echeverría (1989) y la distinción como Ciudadana Ilustre por parte de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (1990).


Segunda parte: La escritura de Silvina Ocampo

     Silvina Ocampo es autora de una gran obra -predominantemente narrativa y poética- que comprende más de una veintena de libros editados en vida y un número similar de inéditos que pronto serán publicados gracias a las gestiones de sus herederos. El material édito abarcaba, originalmente, siete libros de cuentos, siete de poesía, una novela policial escrita en colaboración con Adolfo Bioy Casares, una novela publicada en España a fines de los años ’80 (y que apareció en nuestro país el año pasado), cuatro libros infantiles, dos piezas teatrales en colaboración con Juan Rodolfo Wilcock y Juan José Hernández y dos antologías literarias compiladas con Bioy y con Jorge Luis Borges.


I. La narradora

     A lo largo de toda su obra narrativa, Silvina Ocampo trató una gran cantidad de temas: el amor, la muerte, los dobles, la naturaleza, los sueños, las supersticiones, la vida cotidiana; pero siempre con una constante: la crueldad. Esta especie de tema con variaciones (tan cotidiano y requetesabido en nuestra sociedad) tiene su origen, presumiblemente, en un encuentro con la muerte, durante su infancia; recordemos que, en 1911, murió Clara Ocampo, su hermana más inmediata, y que Silvina tenía entonces ocho años.
     En la misma época de la muerte de Clara, Silvina escribió sus primeras páginas, en inglés, y ya en ellas se vislumbra el gusto por la crueldad; ella misma lo contó así: “Recuerdo haber llenado tres cuadernos, cuatro cuadernos, cuando era muy chica, contando todas las cosas que recordaba, sacadas de la historia de Inglaterra, que me gustaba mucho, porque había asesinatos, personajes encerrados en una torre, niños preciosos dentro de una torre” [Encuentros con Silvina Ocampo, de Noemí Ulla. Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1982. Pág. 15].
     La narrativa de la menor de las hermanas Ocampo fue evolucionando desde su primer libro, Viaje olvidado. Pero es a partir de los cuentos de La furia cuando Silvina Ocampo encuentra “su propia voz”: las frases ya no tienen “tortícolis” y la escritura de va distanciando de la manera de hablar de la autora hasta llegar a una separación total.
    En 1937 apareció Viaje olvidado, libro que reúne losa primeros cuentos de Silvina. Los relatos provienen de recuerdos de infancia de la autora transportados “a una dimensión onírica”, como dijo Enrique Pezzoni [El texto y sus voces. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1986. Pág. 195], o “recuerdos enmascarados de sueños; sueños de las especie de los que soñamos con los ojos abiertos”, según Victoria Ocampo [“Viaje Olvidado”, reseña publicada en SUR Nº 35, Buenos Aires, junio de 1937. Págs. 119-120]. De cualquier forma, la escritora saca de la vida cotidiana, de su vida cotidiana, los argumento y los personajes que pueblan sus cuentos (¿acaso no aparecen -aunque tergiversados- Mademoiselle Bonnemaison, sus cinco hermanas, la costurera que tanto quiso en su infancia?). La escritura del libro refleja la forma de hablar de Silvina, que se debate en el uso de tres idiomas -inglés, francés y español- cuyas gramáticas y sintaxis son completamente diferentes; es exactamente lo mismo que le pasó a Victoria cuando empezó a escribir.
     Entre la publicación de Viaje olvidado y la de Autobiografía de Irene pasaron once años. Fueron años de intensa labor en los cuales Ocampo dio a conocer dos poemarios y escribió varios cuentos; la escritura de esos cuentos le permitió mejorar su estilo literario, “limar ciertas asperezas”. Los relatos de Autobiografía de Irene son radicalmente distintos a los anteriores; en ellos hay un sujeto casi ausente (en Viaje olvidado y en los libros posteriores a Autobiografía de Irene hay un sujeto “que habla”) y se advierte una mayor espontaneidad.
     La furia, editado en 1959, fue el libro más exitoso de Silvina Ocampo. La escritora retoma las formas habladas de Viaje… aunque los cuentos tienen otro desarrollo, porque ella se anima a jugar con el sujeto de la enunciación y muestra un dejo de crueldad mezclado con humor e ironía. Esta forma se continúa en Las invitadas (1961) y en algunos cuentos de Los días de la noche (1970); los demás relatos que componen este último libro se enrolan en las líneas expuestas en Autobiografía….
     Los dos últimos libros de cuentos de Silvina Ocampo -Y así sucesivamente (1987) y Cornelia frente al espejo (1988)- fueron también los últimos que publicó. Son libros excelentes en los que Silvina (que ya es una mujer de casi ochenta y cinco años) se muestra de cuerpo entero gracias a un halo de juventud que conservó toda su vida y que la acompañó hasta el último momento de lucidez. Una vez, durante una comida de la Fiesta Nacional de las Letras de Necochea me dijo Jorge Torres Zavaleta: “Yo creo que Silvina Ocampo fue hasta el final una escritora joven, eternamente joven”. Y así es, efectivamente.


II. La poetisa

     Lo poético ocupó un lugar fundamental en la vida y obra de Silvina Ocampo. Desde que empezó a escribir, lo hizo desde la poesía.
     El primer poema de Silvina se perdió; sólo se sabe que era un diálogo entre una costurera y un maniquí. El segundo -“Me da miedo la sombra tan negra de la rosa / tan rosada cuando no es sombra”- persistió en la memoria de la autora y fue escrito en su infancia en el jardín de invierno de la casa de Viamonte 550, su casa natal.
     Muchos años después, Silvina volvió a la poesía. “Una tarde de fines de los años ’30 o de comienzos de los ’40, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares paseaban en auto por la zona de la Recoleta. De repente, con su voz única (medio gangosa, un poco trémula, algo borrosa, muy aniñada) Silvina comenzó a recitar unos versos. Bioy quedó sorprendido, deslumbrado por el fragmento de ese poema. Le preguntó de quién era. La sorpresa fue mayor cuando Silvina le dijo que lo había escrito ella.” Así, según Marcelo Pichon Rivière [“El enigma que no cesa: Silvina Ocampo”. Publicado en el diario Clarín de Buenos Aires, el 27 de mayo de 2001], se produjo el retorno de Silvina Ocampo a la poesía.
     Desde 1942, año en que SUR editó Enumeración de la patria, Silvina publicó varios libros de poesía: Espacios métricos (1945), Poemas de amor desesperado (1949), Los nombres (1953), Lo amargo por dulce (1962), Amarillo celeste (1972), Árboles de Buenos Aires (1979) y Breve santoral (1984); después de su muerte, y por iniciativa de Bioy, se publicó Poesía inédita y dispersa (2001), una selección hecha por Noemí Ulla de textos escritos entre 1960 y 1990.
     Los principales temas de la obra poética de Silvina Ocampo son el amor, las plantas, la infancia, los animales y la vida cotidiana. Casi puede decirse que son los mismos temas de sus cuentos. Pero aquí la crueldad se hace a un lado y deja su lugar a la pasión, a la dicotomía de la pasión en dos sentimientos tan contradictorios como son el amor y el odio. Y no es éste el único mérito de Silvina como poeta; justo es destacar que supo combinar los temas más sencillos con una riqueza expresiva pocas veces vista, y que encontró (o creó) su propia voz en el campo de la poesía mediante la combinación de la disciplina del ritmo y la cadencia, la influencia de la infancia, la alteración de elementos autobiográficos, la descripción exacta de los paisajes y esa especie de esbozo narrativo que aparece en varios poemas suyos. Todo esto converge en los casi quinientos poemas que componen la edición en dos tomos de su Poesía completa [Emecé, Buenos Aires, 2002-2003].


III. Conclusiones

    La obra de Silvina Ocampo tiene una originalidad incomparable (Bioy mismo dijo que Silvina era la mujer más original que había conocido; y que era original, incluso, a pesar suyo). En sus cuentos y novelas trabaja el mundo de la infancia insinuando lo maravilloso desde la cotidianeidad. Pero -siempre fiel a sí misma- desconcierta al lector mediante el uso de la ironía, que alterna entre la realidad y la ficción. A Silvina Ocampo la fascina el terror, y llega a combinarlo con la crueldad, logrando así un resultado sorprendente: el retrato literario de universo infantil.
     Por otro lado, su poesía es un canto a la vida, al amor, a las pasiones. Silvina ha dicho que no cree que un tema pueda ser sólo para un cuento, y otro para un poema. Entonces se deja llevar por sus emociones y termina creando una poesía con una secuencia narrativa propia del cuento (casi al estilo de su pariente, José Hernández), y cuentos en los que la poesía o lo poético tiene el rol protagónico.
    Silvina Ocampo escribió incansablemente toda su vida. Al principio, escribía a escondidas, sin mostrar a nadie sus creaciones; después, motivada por Bioy, se alejó un poco de la pintura y se dedicó a escribir. Y escribió por el simple placer que eso le causaba. Quizás por eso siempre fue la escritora, y no una aficionada a las letras. No le importaba estar eclipsada por las figuras de su hermana Victoria, de Bioy, o de Borges. Sólo quiso escribir, porque escribir, además de ser “el viaje más lindo”, es un acto de amor.

 
[Este texto fue, originalmente, una conferencia; luego se le agregaron fechas y algunos datos para su publicación en una revista literaria.]

viernes, 30 de julio de 2010

Fotografías

Silvina Ocampo se resistía a posar para que la fotografiaran. De chica, su hermana mayor, Victoria, le había tomado mil retratos ("era mi modelo favorito", decía Victoria); luego, Adolfo Bioy Casares la inmortalizó en infinitas instantáneas: de jóven, con amigos, con familiares, en su escritorio, en la playa, en el campo. Reproduzco aquí un puñado de fotografías de Silvina, pertenecientes a mi colección particular.


Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares en Mar del Plata. Enero de 1946.


Silvina en su escritorio, en la casa de Buenos Aires.
Fotografía de Adolfo Bioy Casares, 1959.


Silvina en la calle, en una de sus contadas salidas.
Buenos Aires, mayo de 1981.


Obras de Silvina Ocampo

Viaje olvidado. Sur, Buenos Aires, 1937.
Enumeración de la patria. Sur, Buenos Aires, 1942.
Espacios métricos. Sur, Buenos Aires, 1945.
Los sonetos del jardín. La Perdiz, Buenos Aires, 1948.
Autobiografía de Irene. Sur, Buenos Aires, 1948.
Poemas de amor desesperado. Sudamericana, Buenos Aires, 1949.
Los nombres. Emecé, Buenos Aires, 1953.
Pequeña antología. Ene, Buenos Aires, 1954.
La furia. Sur, Buenos Aires, 1959.
Las invitadas. Losada, Buenos Aires, 1961.
Lo amargo por dulce. Emecé, Buenos Aires, 1962.
El pecado mortal (antología). EUDEBA, Buenos Aires, 1966.
Los días de la noche. Sudamericana, Buenos Aires, 1970.
Informe del cielo y del infierno (antología). Monte Ávila. Caracas, 1970.
Amarillo celeste. Losada, Buenos Aires, 1972.
El cofre volante. Estrada, Buenos Aires, 1974.
El tobogán. Estrada, Buenos Aires, 1975.
El caballo alado. De la flor, Buenos Aires, 1976.
La naranja maravillosa. Sudamericana, Buenos Aires, 1979.
Árboles de Buenos Aires. Crea, Buenos Aires, 1979.
La continuación y otras páginas (antología). CEAL, Buenos Aires, 1981.
Páginas de Silvina Ocampo seleccionadas por la autora, Celtia, Buenos Aires, 1984.
Breve santoral. Ediciones de Arte Gaglianone, Buenos Aires, 1985.
La torre sin fin. Alfaguara, Madrid, 1986.
Y así sucesivamente. Tusquets, Barcelona, 1987.
Cornelia frente al espejo. Tusquets, Barcelona, 1988.
Las reglas del secreto (antología). Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1991.
Cuentos completos I. Emecé, Buenos Aires, 1999.
Cuentos completos II. Emecé, Buenos Aires, 2000.
Poesía inédita y dispersa. Emecé, Buenos Aires, 2001.
Antología esencial. Emecé, Buenos Aires, 2001.
Poesía completa I. Emecé, Buenos Aires, 2002.
Poesía completa II. Emecé, Buenos Aires, 2003
Las repeticiones y otros relatos inéditos. Sudamericana, Buenos Aires, 2006.
Invenciones del recuerdo. Sudamericana, Buenos Aires, 2006.
Ejércitos de la oscuridad. Sudamericana, Buenos Aires, 2008


En colaboración con Adolfo Bioy Casares:

Los que aman, odian. Emecé, Buenos Aires, 1946.


En colaboración con Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges:

Antología de la literatura fantástica. Sudamericana, Buenos Aires, 1940.
Antología poética argentina. Sudamericana, Buenos Aires, 1941.


En colaboración con Juan Rodolfo Wilcock:

Los traidores. Losange, Buenos Aires, 1956.


Traducciones :

Poetas líricos ingleses. Estudio preliminar de Silvina Ocampo. Traducciones de Silvina Ocampo, Jorge Luis Borges y Juan Rodolfo Wilcock.
Las criadas, de Jean Genet. Traducción de Silvina Ocampo y José Bianco. Sur, Buenos Aires, 1959.
Poemas de Emiliy Dickinson. Prólogo de Jorge Luis Borges. Tusquets, Barcelona, 1985.

jueves, 29 de julio de 2010

Cronología de Silvina Ocampo

1889: Casamiento de Ramona Máxima Aguirre y Manuel Silvino Cecilio Ocampo.

1890: Nace Victoria Ocampo

1891: Nace Angélica Ocampo

1894: Nace Francisca Ocampo

1986: Nace, en París, Rosa Ocampo

1898: Nace Clara Ocampo

1903: Nace Silvina Ocampo.

1908: Viaje a Europa. Silvina aprende en París sus primeras letras, y garabatea los primeros dibujos, a hurtadillas.

1910: Regreso a Buenos Aires. Comienza su instrucción domiciliaria.

1911: Muere su hermana Clara.

1925: Conoce a Norah Borges y a María Rosa Oliver.

1931: Su hermana Victoria funda la Revista SUR. Muere su padre. Conoce a Jorge Luis Borges. Viaja a Europa, donde estudia dibujo con Giorgio De Chirico, André Lhote, Fernand Leger y Otton Fritsz.

1933: Conoce a su futuro marido, el joven escritor Adolfo Bioy Casares.

1934: Comienza su concubinato con Adolfo Bioy Casares. Viven en Villa Allende (Córdoba) y en la estancia de los Bioy en Pardo (Buenos Aires).

1935: Muere su madre. Comienza a escribir sus primeros cuentos.

1937: Publica Viaje olvidado.

1940: Casamiento con Adolfo Bioy Casares en Las Flores; los testigos son Jorge Luis Borges y Enrique Drago Mitre. Publica, en colaboración con Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, la Antología de la literatura fantástica.

1941: Aparece la Antología poética argentina, compilada también con Bioy y Borges.

1942: Publica su primer poemario, Enumeración de la patria.

1945: Obtiene el Premio Municipal por su libro Espacios métricos, aparecido ese mismo año.

1946: Escribe Los que aman, odian, en colaboración con Bioy Casares. Reúne, bajo el título general de Los sonetos del jardín, una serie de poemas ya publicados en sus libros anteriores.

1948: Aparece Autobiografía de Irene.

1949: Publica Poemas de amor desesperado.

1953: Se publica Los nombres, que recibe el Segundo Premio Nacional de Literatura.

1954: Nace Marta Bioy. Aparece Pequeña antología.

1956: En colaboración con Juan Rodolfo Wilcock escribe la obra de teatro Los traidores, que se edita ese mismo año.

1958: Escribe la comedia para niños No sólo el perro es mágico, estrenada en el Teatro Liceo de Buenos Aires por Roberto Aulés.

1959: Publica La furia. Aparece su traducción de Las criadas de Jean Genet, realizada en colaboración con José Bianco.

1961: Aparece Las invitadas.

1962: Aparece Lo amargo por dulce, libro por el que le dan el Premio Nacional de Literatura.

1966: Se edita la antología El pecado mortal, preparada por José Bianco.

1967: Muere su hermana Francisca Ocampo de García Victorica.

1968: Muere su hermana Rosa Ocampo de Bengolea.

1970: Publica Los días de la noche. Aparece Informe del cielo y del infierno, anología preparada por Edgardo Cozarinsky.

1972: Publica Amarillo celeste.

1973: Nace su nieto Florencio Basavilbaso.

1974: Se edita una serie de cuentos infantiles bajo el título de El cofre volante. En Francia se publica Faits divers de la terre et du ciel, antología con prólogo de Jorge Luis Borges e introducción de Italo Calvino. Aparece El tobogán.

1975: Nace su nieta Victoria Basavilbaso.

1976: Aparece El caballo alado.

1977: Da a conocer La naranja maravillosa.

1979: Muere Victoria Ocampo. Publica Canto escolar y Árboles de Buenos Aires (con prólogo de Manuel Mujica Lainez y fotografías de Aldo Sessa).

1980: Muere su hermana Angélica Ocampo. Nace su nieta Lucila Frank.

1981: Aparece La continuación y otras páginas, antología de Noemí Ulla.

1982: El enigma es adaptado a la televisión por Boyce Díaz Ulloque. Aparece Encuentros con Silvina Ocampo, de Noemí Ulla.

1983: Publica Páginas de Silvina Ocampo seleccionadas por la autora, con prólogo de Enrique Pezzoni.

1984: Aparece Breve santoral, con prólogo de Jorge Luis Borges e ilustraciones de Norah Borges.

1985: Se publica su traducción de Poemas de Emily Dickinson, con prólogo de Jorge Luis Borges.

1987: Publica Y así sucesivamente. Se le diagnostica el Mal de Alzheimer.

1988: Aparece Cornelia frente al espejo, por el cual recibe el Premio del Club de los XIII.

1991: Se publica la antología Las reglas del secreto, preparada por Matilde Sánchez.

1993: Muere, en Buenos Aires, a los 90 años, el 14 de diciembre.